lunes, 25 de mayo de 2015

1

Hace ya algunas semanas que venimos prometiendo entretenimientos, música, videos, historietas, dibujos, cuentos, etc., y no había ninguna especie de problema con eso. Hasta hace unos días. Fuimos diciéndoles a todos que la página iba progresando, que iba acercándose al final. Cosa muy distinta era lo que ocurría en realidad.
Hace aproximadamente 10 días, tal vez 12; no lo recuerdo bien, se nos comenzó a manifestar cierto tipo de incomodidades… Sí, así podrían llamarse. La página tenía sus desperfectos, o el editor, mejor dicho: a menudo se nos tildaba y muchas veces nos complicaba subir música, imágenes.
Quizá en el momento, en la sorpresa, no nos dimos cuenta. Se podría decir que hasta subestimamos lo que nos pasaba. La primera cosa extraña que notamos fue que, al abrir el editor, se tardaba más de la cuenta. Todos conocen la clásica barra de porcentaje que indica el progreso de carga de la página. Pues, lo que más nos desconcertó, de buenas a primeras, fue que esta misma barra se quedaba estancada en 1%. Cada vez que abríamos el editor; tanto era así, tan recurrente, que decidimos tomar el tiempo exacto que tardaba en regresar a la carga normal. 6 minutos exactos. Seis minutos demorados en ese 1.
Cada vez me costaba más subir la información. La carga siempre se interrumpía, el Plug-In se tildaba cada vez más seguido.
Era frustrante.
Debí intentar clausurar el proyecto de la manera que pudiera, y así perder todos los datos, todos los cambios hechos en la página. Pero subestimé lo que estaba pasando. Ineptamente, atribuía todos esos errores a que la página estaba sobrecargada y excedida en capacidad de archivos.
La máxima sorpresa fue al día siguiente.
Bueno, en realidad no me sorprendió cuando lo vi por primera vez. Hasta creo haber reído. Un enorme 10. Un enorme 10 escrito en todas y cada una de las páginas. Un 10 en color rojo. Y ahora que lo pienso, en una fuente que no conocía, y que ni la página ni mi computadora poseía.
Llamé a mis dos amigos y les consulté si esto era obra suya, alguna especie de broma; aunque sin mucha convicción. Sin convicción primero, porque si se trataba de una broma, obviamente intentarían mantenerla y no me dirían la verdad. Segundo, porque pensé que ellos serían incapaces de hacer algo así. Por más que tengamos cierta complicidad para las bromas, no somos muy tolerantes.
Pero ellos tenían el mismo problema. Y estaban empecinados, ambos, en que yo confesara que era obra mía.
No, no habían sido ellos. Los conozco demasiado como para saber cuándo mienten y cuándo no. Por otro lado, su voz sonaba incluso… asustada. Haciéndome ver que ellos  se tomaban en serio que la página estuviese dando problemas.
Esa tarde decidimos reunirnos. Comenzamos a pensar, las ideas fueron descartadas tan rápido como fueron llegando. Consideramos tomarlo como un error de edición, en alguna imagen que podría haber surgido de una carga mal hecha; que quizás algunas de las imágenes que subimos simplemente se habían roto, e incluso en la posibilidad de un hacker.
En fin, el daño estaba hecho. El resto del día lo ocupamos borrando todos esos 10 enormes de cada página maestra, página y subpágina. Al volver a casa y sentarme en mi computadora me abordó una sensación de asco por el simple hecho de tener que encenderla y otra vez tener que ver ese monitor, escribir en ese incómodo teclado.
Abrí Facebook, creo que YouTube, y algunas páginas más, como buscando algo en que relajar mi cabeza. Incluso me preparé un té, cosa rarísima en mí.
Dejándome llevar por Internet, que es casi como una droga electrónica, sin darme cuenta, olvidé el extraño suceso vivido ese día. Llegado el momento, abrí el editor de la página, casi inconscientemente.
Tiré mi taza al suelo. Contuve mis ganas de maldecir.
Simplemente no podía apartar mis ojos del monitor. 10. Por todos lados. En cada página, otra vez.
Actualicé y actualicé millones de veces la página. La abría y la volvía a cerrar. Era imposible. ¿Acaso habíamos olvidado guardar los cambios esa misma tarde? No, fuimos cuidadosos. No se nos hubiera pasado por alto. Volví a Facebook esperando ver conectado a alguno de mis amigos. Me resigné enseguida.
Cerré mis ojos lanzando un bufido, pensando en lo tedioso que sería borrarlos de nuevo.
Hacker sin duda, pensé.
Al otro día me levanté algo tarde. Creo que mis padres ya habían almorzado. Por instinto encendí la computadora, inseguro de si realmente quería hacerlo o no. Entré a Facebook primero, tenía 3 mensajes. Dos de mis amigos diciendo… bueno, insultando, que los 10 estaban de nuevo en la página, ambos de la noche anterior.
Abrí el tercero, sin saber qué esperar. Sólo vi un 9. Sacudí la cabeza, y pestañeé, creí que un 9 sería lo último que me encontraría en mis mensajes.
Cansado de la situación me fui a preparar algo de comer. Recibí una llamada de mi amigo al rato, desconcertado repitiendo que entrara a la página. Corrí al ordenador.
9.
9 por todos lados.
—¡Mierda! —grité.
Era inminente, estábamos invadidos por hackers.
No sólo conseguimos antivirus de toda clase, como así anti-hackers y de los mejores, también fuimos a la biblioteca a iniciar la página desde ahí. La borramos totalmente de nuestras computadoras y nos trasladamos a la biblioteca. Hicimos lo posible por cambiar de contraseñas, nicks y demás. Inclusive enviamos un correo al dueño de Wix.com, que es el editor desde el cual hacemos la página, contándole nuestros problemas, e implorándole ayuda.
Lo único que logramos fue frustrarnos aún más.
Tuvimos que ver cómo, con el pasar de los días, no sólo los números volvían a aparecer cuando los borrábamos, sino que también iban en cuenta regresiva. Nos sentíamos burlados. Y preferimos esperar a ver qué sucedería al llegar a 0.
Y por más molesta que la escena haya sido, el cero no llegó, quedando el conteo parado descaradamente en el 1.
Se mantuvo así, por un tiempo, hasta que nos dignamos de intentar borrarlo. Nos tomó un tiempo y fue más difícil que veces anteriores por la poca cooperación que ofrecía el editor. Acabamos y esperamos, un día pasó y al no ver más señales de que la situación fuese a continuar dimos como terminado el problema, aliviados.
Pero no fue así.
Por cada intento que hacíamos de subir una imagen, se nos era respondido con otra en su lugar. Vistas perturbadoras que nadie por voluntad propia se dispondría a contemplar. Todo cuanto tecleábamos aparecía en esa repulsiva fuente con la que estaban escritos los números, con su color que permanecía en negro, siempre, por más que intentáramos seleccionar de la paleta cualquier otro. Y las insistentes pesadillas. Eran las experiencias más aberrantes y desgarradoras que hayamos advertido.
Pero no sólo eso, solíamos escuchar un terrible chillido, que más de una vez me pareció entender que decía “one”. Acompañado de la constante, persistente frase: Just a Warning.
Cuando se nos denegó acceso completo a la página y una imagen apareció salvajemente en la pantalla; una delgada línea como un haz de luz en vertical, y un gran 10 rojo a su lado, sólo pudimos suponer lo peor.
Todo el maldito juego, una vez más, desde el comienzo.
Recuerdo que cruzamos las miradas resignados. Nos alejamos de la pantalla y sentamos en la cama, siempre con vista al computador. Y nos quedamos allí, observando…, observando la imagen. Imagen que parecía moverse.
Transcurrido alrededor de una hora el haz de luz se había hecho notoriamente más grande. Justo en ese momento, el 10 cambió tan abruptamente que la ilusión del 10 quedó grabada en nuestros ojos varios segundos, antes de que nos percatáramos de que sobre la pantalla se enseñaba un 9 morbosamente en rojo. Entonces pudimos distinguir que no era sólo un haz de luz. Era una puerta, que se estaba abriendo.
Fue justamente en el 8, una hora después exactamente, que nos dimos cuenta de la molesta melodía que sonaba detrás. Una horrible sensación nos llegó de tener la columna congelada, o peor, hecha de hielo. Causándonos esa sensación de sosiego, temiendo que el frágil hielo se quebrara de movernos.
Y transcurrían las horas, y con cada hora el número descendía aritméticamente. Hasta el 4 cesó el movimiento y la puerta quedó completamente abierta. Comenzamos a ver una silueta que aparecía; el sólo hecho de verla me erizó los pelos de todo el cuerpo. Se acercaba a paso lento, bastante lento.
Para este punto estábamos demasiado cansados, y vaya, hasta aburridos. Me recosté y conseguí dormir algo, dejando a mis dos amigos que se rehusaban a apartar la vista de la pantalla. No sé la verdad cómo logré conciliar el sueño en ese momento. Incluso soñé, nada tan exagerado, ni con mucho sentido, como usualmente se espera en mis sueños; pero me relajé por esas tres horas hasta que cayera el 1 anunciado por un espantoso grito que casi me tira de la cama. En el monitor había un rostro pálido y con los ojos vacíos, una boca abierta y profunda. Dejaba ver su roída mano con el índice levantado, en señal de silencio; o así fue como lo comprendí.
Dejó salir un gemido rasposo del que pude distinguir claramente “one”.  Uno de mis amigos entró en llanto, y no hizo más que inquietarme.
Y entonces la energía se fue súbitamente, en toda la cuadra. Creo que si hubiera estado solo en mi casa en esa situación, no podría haberlo soportado. Hubiera gritado, hubiera gritado hasta que el desgarro de mis cuerdas vocales lograra saciar mi sed de calor, de algo en lo que aferrarme; hubiera gritado hasta que el dolor de desangrarme la garganta opacara el terror que estaba sintiendo.
La música regresó, su voz… Pero la energía seguía ausente.
Estaba en la habitación.
No tardamos mucho en ubicarlo a unos pasos de la puerta mirándonos fijamente, sonriendo con malicia. Pronunció unas palabras en inglés, en lo que parecía ser un dialecto bastante antiguo, que con dificultad logramos captar. Pero tal y como los discípulos de Jesús pudieron entenderse entre ellos aquella noche de la llegada del Espíritu Santo, aunque no hablaban la misma lengua, pudimos nosotros comprender sus palabras:
“Sólo fue una advertencia, pero continuaron persistiendo…”
Esa cosa se nos acercó y susurró suavemente a mi oído…
“Zero”.
El terror me cerró los pulmones haciéndome casi imposible respirar. Por una hora entera permanecí inerte ante sus violentos gritos, a su presencia, a las alucinaciones que nos obligaba ver. No sé muy bien dónde nos ha llevado, pero estoy seguro que no seguimos en mi habitación. Y ha comenzado a contar, una vez más, desde el 10 hacia abajo.
Se me nubla la vista.
4…
Mi pulso disminuye.
3…
Me recuesto en este frío suelo, incapaz de seguir en pie.
2…
Pierdo lentamente el conocimiento.
1…
Y dejo de respirar…


El reloj me miró fijamente con sus ojos rojos, señalándome que él vendría pronto. Siempre viene a la hora de las brujas. Por supuesto que no sabía que la hora de las brujas era a las tres de la madrugada hasta que le comenté a mi amigo sobre mi merodeador nocturno. La hora de las brujas es el momento de la noche cuando Dios es más débil y todos los demonios y sirvientes del Mal vienen al mundo. Pero este hombre no es ningún diablo de tres cuernos; se ve viejo y solitario. Le tengo lástima, probablemente fuera un vagabundo sin familia ni amigos de los que hablar.

Cada noche está ahí, sentado en nuestro jardín trasero. Cada noche quiero ir a hablarle, pero no puedo juntar el valor. Sólo se sienta en el columpio de llanta y murmura algo para sí mismo. Afortunadamente no tengo árboles cerca de la ventana de mi cuarto, o lo que sea que pudiera bloquear mi visión de él. Mi amigo dice que es una trampa para atraerme afuera. Dice que un niño pequeño como yo no piensa bien tan tarde en la noche, una carnada fácil para el Príncipe de las Tinieblas.

Quizá mi amigo tiene un punto. No sobre la parte malvada, pero sí sobre la parte de que es poco seguro. El viejo puede estar loco. El no tener hogar debe traerle consecuencias a tu cuerpo.

No puedo verlo muy bien desde mi ventana, hoy dormiré, tal vez mañana por la noche vaya y compruebe si es o no peligroso.

La cama se veía tan cómoda que no pude evitar hundirme en ella. El viento estaba soplando muy fuerte afuera, llovía. Pude escuchar cómo una rama de árbol golpeaba mi ventana. Suponía que el hombre tenía frío; me preguntaba si sería lo suficientemente listo para conseguir refugio. Mis ojos se ponían extremadamente pesados, pero el golpeteo no me permitía dormir. Miré directamente a la oscuridad, cuando un escalofrío me recorrió la columna vertebral: «no tengo un árbol cerca de mi ventana».

Me quedé acostado en la cama y miré fijamente a la ventana en el otro lado de mi cuarto. No sabía qué podía ser. Hoy era noche de luna llena… ¿qué me había dicho mi amigo sobre la hora de las brujas?, ¿todos los demonios salían?, ¿y hoy era luna llena? El doble de malo.

Las sombras en mi habitación comenzaron a juntarse alrededor de mi cama. Un pensamiento pasó por mi mente…sombras. Miré por la ventana. Ahí, a través de la cortina, distinguía la silueta de un hombre. Un nuevo miedo me recorrió, uno que no era tan ridículo como las criaturas de la noche. El hombre demente que estaba afuera, quizá sí era el Príncipe de las Tinieblas después de todo, como había dicho mi amigo… No, me estaba comportando como un niño de seis años en lugar de como el adolescente que era. La razón volvió a mí. Probablemente sólo quería refugiarse del clima y me vio a través de la ventana, así que se trepó al costado de la casa para llamar mi atención.

Pero mi corazón latía fuera de control, su ritmo era un completo caos. Aunque el miedo me tenía paralizado, necesitaba saber qué estaba del otro lado de la cortina. Una lucha entre la supervivencia y la curiosidad se desató en mí. La supervivencia ganó. Me tapé completamente con las cobijas y recé con todo mi corazón. Pedí por una señal que me indicara que iba a sobrevivir la noche. Dios me dejó saber que estaba escuchándome haciendo un sonido de golpeteo en la puerta de mi pieza. Un ritmo lento, en un tiempo constante. No se aceleraba o se debilitaba. Me senté y escuché por unos minutos… Luego paró.

Un nuevo ruido comenzó, no tan rítmico como los dos anteriores. Era el sonido de alguien caminando, alguien que estaba cada vez más apurado, alguien que estaba en mi cuarto. Los pasos se detuvieron en el borde de mi cama y sentí cómo dos ojos perforaban la parte de atrás de mi cabeza. Pude escuchar gotas cayendo al piso, oler la mugre de sus zapatos. Sentí su respiración en mi nuca, y escuché una voz profunda, quizá muchas voces hablando juntas: «Ven conmigo».

No quería moverme. Solamente quería esconderme en mis cobijas hasta que se fuera. Entonces él, o ellos, dijeron las palabras que cambiarían por siempre mi vida: «No somos de quienes tienes que esconderte, pero si te quedas acá, ellos podrán encontrarte». El uso del plural viniendo de este hombre me asustó y confundió. Tenía tantas preguntas, pero primero debía enfrentarme a mis temores, y seguir a esta cosa.

Me levanté de mi cama y volteé hacia al hombre; me miró a los ojos, no, miró a través de mis ojos. De nuevo las voces hablaron, «No nos temas, te mostraremos. Síguenos». Con eso, el hombre se arrojó por la ventana. Me sentí obligado a seguirlo. Cerré mis ojos, y fui tras él.

Tres pisos es una larga caída para alguien de mi tamaño. Mientras el suelo se acercaba, esperaba descender más y más lento hasta caer perfectamente parado. Esperaba que el hombre estirara sus brazos y me atrapara. Esperaba que algo mágico pasara… el sonido de mis huesos quebrándose contra el suelo, no era lo que esperaba.

Me quedé ahí, con la espalda contra el suelo. Podía sentir la sangre saliendo de mi cabeza y goteando por mi oído, mi visión nublándose.

Miré una figura parada frente a mí. Las voces me dijeron sus últimas palabras: «Ésta era la forma menos dolorosa de ayudarte, por favor perdónanos. El único lugar donde realmente puedes esconderte sin nunca ser encontrado, es la muerte». 
Grabación de un celular encontrada en el lugar del  fallecimiento.  El sujeto graba lo siguiente en forma de lo que parece ser una ultima declaración, dos días antes el sujeto había milagrosamente sobrevivido a un extraño incidente:
 

Desde siempre he creído que mi razón me ha estado ocultando de lo que me rodea, imaginaba mi mente como una delgada sabana que al romperse descubriría mi locura.  Mi imaginación era tan grande que cientos de ideas diferentes atravesaban mi mente cuando estaba a punto de dormir y veía la oscuridad, que para mi ocultaba algo siniestro.  Pienso que es normal no? Ese escalofrío que todos sentimos al encontrarnos indefensos en la oscuridad, porque cuando el sentido de la vista se pierde, los demás sentidos se agudizan, pero no solo los sentidos se intensifican, también lo hace el temor, el temor de que hay algo justo ahí, algo que esta observando, algo que hace que te cubras con la sabana hasta que te vence el sueño, y eso es lo que te hacer poner atención a los sonidos. Yo soy alguien que presta mucha atención a los detalles, a los pequeños ruidos nocturnos, como el caminar de los insectos o el ruido de este agitado viento de Enero que es como un susurro que no quiero escuchar, casi parece una frase, un murmullo tan real, pero también lo es el viento en sí, pero ya no quiero oír mas por que no distingo bien entre la realidad y la fantasía, lo que sea que fuese no quiero vivirlo ya.

EL recuerdo del suceso lo hace mas insoportable, pero no puedo omitirlo por que ese recuerdo esta ahí.  Puedo verlo con claridad por que yace en la sombra de lo que yo alguna vez fui o ame.  Esta en cada persona, lugar o cosa con la que tengo contacto. Hace ya un día que me he aislado de todo por esa razón, pero el maldito sigue ahí, ya esta en mi persona, ya esta en lo mas profundo de mi cabeza, ya no puedo escapar. Se esta haciendo mas palpable cada hora, cada minuto; su presencia invade mas y mas mi persona conforme pasa el tiempo.   Solo puedo esperar a que la locura me haga cometer el suicidio. Espero con ansia ese momento.  Espero que ya acabe este castigo que me acerca ala cumbre de la agonía y me aleja poco a poco del razonamiento convencional.

Todo esto esta pasando por aquel suceso.  El cual solo sigo repasando en mi cabeza. Es la única cosa que me distrae de verlo , es por desgracia,  el motivo de mi vigencia en este mundo.  Esa memoria parece tan lejana por mi demencia, pero tan real cuando la pienso que mi realidad esta empezando a colapsar.  Enloquezco cada vez que pienso en el suceso, pero aun así es mejor que recordar la terrible imagen de esa cosa, pues no me atrevo a llamarlo humano, esa sonrisa tan blanca como mi mente después de haber sido asaltada por tan traumática imagen, su triste pero eufórica sonrisa se dibujaba retorciéndose en su rostro murmurando palabras ininteligibles sin articular gesto alguno, chorreando minúsculos hilos de sangre que se desprendían de sus alterantes y punzantes labios que llegaban hasta el ultimo filo de esos brillantes dientes, ávidos de alimento.Allí estático, mirándome fijamente con sus penetrantes ojosque reflejaban a la muerte, vacíos y brillantes como espejo, ojos que escudriñaban los míos como si quisieran extraerme el alma misma, He quedado perplejo al ver esos ojos, por que ellos han escondido el secreto que me ha perturbado durante toda mi vida, y se que no soy el único.  Cada vez que intento decirlo siento una falta de oxigeno tan severa que debo parar y al igual que en el accidente no termino de ahogarme.
-Cállate! Calla esa maldita risa,  deja de sonreír, mátame de una vez, por favor mátame de una vez!
Para de una vez! MATAME YA!!!!!!!
Lo estoy viendo de nuevo, el suceso se esta repitiendo!.
Me ahogo!, me ahogo y ahí esta el! Se esta repitiendo!,  Se esta repitiendo! Ayúdenme por favor! –
 
“Yo como policía me di a la tarea de describir el trozo de audio que no escucho el resto del equipo policiaco: se escucha la voz llorosa y con inmenso terror, un terror inexplicable, mas que una fobia a la muerte,una voz que parece cortarse por el horror, que parece estar siendo callada por el miedo.  El sujeto parece estar en agotamiento extremo, parece carecer de oxigeno y da la sensación de estar siendo ahorcado con una brutalidad tan alta que pequeños gritos y suplicas surgen de vez en cuando,  pero solo de vez en cuando por que se escucha el ajetreo en su garganta, se escucha que la saliva en su garganta hace sonidos como los que alguien haría si se estuviera ahogando, aunque no se escuchen ruidos violentos alrededor que lo justifiquen.  Solo se escuchan sus gritos, gritos que ya no son de ayuda, si no, de desesperacion, como los que haría un cerdo cuando lo están matando.  Gritos que en ocasiones son agudos y que no se cortan después de al menos unos cuantos segundos,  pareciera que lo sueltan por breves periodos de tiempo para alargar su muerte, alargar su pena.  Suena como si lo estuviesen apuñalando, golpeando o azotando, incluso violando ,con crueldad y violencia demencial.  Son gritos de un dolor inmenso.  De gran maltrato, pero solo se escuchan sus pesares, y se intensifica la risa.  El sujeto parece no estar respirando y su voz esta seca, su voz esta siendo modificada poco a poco por la de un demonio en pleno acto de castigo y esta siendo opacada por esa risa.  No es una risa cualquiera.  Esta risa es muy grave y parece correr en cámara lenta, es una risa distorsionada por rugidos imposibles de hacer por cualquier animal, imposibles de describir con detalle.  La risa esta haciéndose mas aguda y mas monstruosa, acto que parecía imposible.  Es una risa con gritos y otros sonidos hechos por gente en dolor profundo.  Una risa que ataca al oído de tal manera que es insoportable.  Esta risa es demoníaca y esta llena de perturbadores ruidos que se mezclan en unísono.
Los gritos del sujeto ya son muy parecidos a los de la risa , lo siguiente que pasa en la cinta es lo mas perturbador.
El sujeto a empezado reír junto con el….

Es todo lo que puedo decir sobre la grabación del fallecido, y al indagar mas profundamente en el lugar del incidente he encontrado algo que me ha dejado sin palabras.

La imagen habla por si misma. Un dibujo que el  Al mostrársela al resto del personal decidieron darle caso cerrado al asunto, a pesar de que pruebas como aquellas huellas de sangre en la parte superior de la pared donde se encontraba la cabecera del sujeto eran mas que suficientes.
A partir de ese momento todos los documentos referentes al caso además de las fotos de la escena fueron censurados y puestos en archivo confidencial, pero por alguna extraña razón yo decidí continuar.  Este dibujo fue con lo que pude dar seguimiento al tema.Estoy cansado y ya es hora de regresar a mi casa donde finalmente puedo descansar, el caso me afecto demasiado y necesito dormir un poco, yo no tengo la culpa de que el chico haya acabado así.”
El policía regreso tarde a casa solo con ganas de dormir. Observo su habitación iluminada y se decidió a apagar la luz.  Se introdujo en su cama después de quitarse los zapatos, se recostó en la suave almohada y perdió la conciencia al cerrar los ojos, fue entonces cuando lo vio.  En su horrenda pesadilla el ente se asomo por encima de la cabecera y lo vio con los mismos ojos con los que miro a aquel pobre muchacho y le revelo el secreto que se escondía en su mirada, el que no podía ser contado.  Despertó de un sobresalto en un intenso pavor por lo que vio.  Unos instantes después su calma regreso al notar que era solo una pesadilla, pero fue entonces cuando escucho ese susurro, el mismo susurro que escucho aquel chico, aquel que lo torturaba de noche y comprendió lo que le esperaba. Giro lentamente la cabeza hacia un costado y encontró su final acostado junto a el.
Ahora comprendo lo que quiso decirme: “DEBISTE DEJAR LA LUZ ENCENDIDA”

Han pasado tres años desde aquella noche.
Yo no debí haber estado ahí, ellos lo sabían. Ese día salí muy temprano a la casa de un amigo, sus padres no estarían y tenía un nuevo videojuego de terror; pasaríamos toda la noche jugando.
Ellos lo sabían, yo no debí haber estado ahí esa noche, mi amigo debió estar solo. Ellos lo habían observado por días como hacen siempre y sabían que esa noche estaría solo. Desde el momento en que lo eligieron, no había marcha atrás.
Pero tal vez quieras saber quiénes son ellos. Bueno, la verdad… aún no estoy seguro, sigo sin asimilar lo que pasó aquella noche; pero te contaré lo que hasta ahora sé, para que tengas cuidado.
Ellos se encuentran en todas partes, en ningún lugar estás exento de ser su víctima. Eligen a una persona, no sé bien cómo o en qué características se basan, pero una vez que te eligen no cambiarán de opinión: te vigilan, te estudian y estudian a todas las personas que conoces. Día tras día te observan cuidadosamente sin que tú te percates de su presencia.
Y esperan la noche en que su víctima esté sola, es en ese momento cuando todo empieza.
Aquel día llegué alrededor de las 8:00 p.m. a su casa. Sus padres habían salido desde temprano y él había preparado todo lo necesario para pasar jugando toda la noche. Al día siguiente no habría clases, así que yo regresaría a mi casa por la mañana. Pasamos un buen rato jugando, el tiempo pasó tan pronto que cuando nos dimos cuenta ya era la una de la madrugada. Nos habíamos llevado algunos sustos con el juego, así que comenzamos a hacer bromas con la situación; ahí fue cuando todo se puso raro. Empezamos a escuchar ruidos extraños afuera de la habitación, que al principio pensábamos que no era nada importante, e hicimos algunos chistes en relación a lo que jugábamos. «Deben ser los zombis», nosotros sólo reíamos. Pero nos comenzamos a poner tensos cuando el sonido se oía más claro: eran pisadas, se escuchaban pisadas por todo el pasillo de afuera.
—¿Crees que tus padres hayan regresado? —le pregunté, a lo que él respondió que sus padres regresarían hasta el día siguiente, por la tarde. Además, el número de pasos que se escuchaban eran demasiados como para ser sólo sus padres.
De pronto, luego de oír todos esos pasos acercándose cada vez más a la puerta, hubo un profundo silencio.
—¿Hay alguien afuera?… ¿Quién está ahí? —comenzamos a preguntar, nerviosos. Estábamos seguros de que había alguien afuera, pero esos sonidos… ¿quién podría ser? En la habitación en la que estábamos había una computadora que mi amigo había encendido desde que comenzamos a jugar, era una costumbre suya. Se escuchó un sonido que provenía de ella, un sonido familiar, pero que por el miedo que teníamos en ese momento nos provocó una reacción de sobresalto a ambos. Era sólo un correo electrónico que le había llegado, pues también había dejado la ventana de su correo abierta. Ver esto nos dio algo de sosiego, y hasta reímos un poco; sin embargo, la tensión volvió a nosotros al notar que la dirección de quien lo enviaba era irreconocible, una combinación aleatoria de números y letras. Dudamos abrirlo, pero mi amigo decidió hacerlo. Quedamos completamente paralizados tras leer lo que decía el correo:
«Pase lo que pase, no abras la puerta».
Con tan sólo leer esas palabras, una sensación completamente rara invadió mi corazón. En ese momento realmente sentía pánico, pero el mensaje decía más.
«Ellos están afuera. Por favor, hagas lo que hagas, escuches lo que escuches, no abras la puerta. Intentarán convencerte de que lo hagas, tienen muchos métodos; pueden fingir ser alguien que conoces, un familiar, un amigo, y sus voces sonarán igual. Tal vez te pidan ayuda, te dirán que están lastimados, te suplicarán que abras la puerta. Pero escuches lo que escuches esta noche, no abras. Trata de ignorarlos, trata de dormir, mañana todo estará bien. Ellos jugarán con tu mente; no lo permitas. Por favor, créeme, ¡no abras la puerta!».
Cuando terminamos de leer yo no sabía qué pensar. Tal vez era una broma tonta de alguien, tal vez incluso era mi amigo quien me jugaba una broma… pero él tenia esa expresión, estaba tan asustado como yo, lo pude sentir. Ahora sabíamos que había alguien ahí afuera, tras la puerta. De pronto, llegó el momento más aterrador que nos pudimos esperar; en ese instante un escalofrió recorrió todo mi cuerpo y me dejó paralizado. Una voz se escuchó, provenía de atrás de la puerta. Mi amigo estaba seguro y yo lo puedo corroborar: la voz era la de su madre.
—Hijo por favor ábreme, tu padre y yo tuvimos un accidente en el auto, estamos muy lastimados… por favor, abre, ayúdanos. —Al escuchar esto mi amigo sólo retrocedió un paso. Aún puedo recordar esa expresión en su rostro, estaba en shock. Estoy seguro de que ninguno de los dos lo creíamos ni sabíamos qué hacer.
—Hijo por favor, abre, ¿qué esperas? Necesitamos tu ayuda… —Sin lugar a dudas, ésa era la voz de su padre. Eran las voces moribundas de sus padres tras la puerta, clamando por ayuda. Mi amigo y yo permanecimos sin reacción por algunos segundos, después él se volteó lentamente, y me dijo:
—Esos realmente son mis padres. Necesitan ayuda, abriré la puerta.
Se propuso dirigirse hacia la puerta, pero lo detuve.
—Recuerda el correo, lo que nos dijo que pasaría, ¿no se te hace extraño?, ¿qué tal si es verdad y ellos no son tus padres? —Él lo único que hizo fue hacer que lo soltara. «No digas tonterías», me dijo. «Tú los escuchaste, ésas eran las voces de mis padres. El correo debe de ser una estúpida coincidencia». Se dirigió a la puerta sin que pudiera hacer nada.
La verdad, no sé qué me hizo hacerlo, pudo ser el miedo que me invadía… pero al verlo dirigirse a la puerta, lo único que pensé fue correr hacia el armario en donde mi amigo guardaba algunas de sus cosas y esconderme ahí. No sabía lo que pasaría, pero en verdad tenía miedo.
Lo que escuché a continuación aún no lo olvido, y hasta el día de hoy tengo pesadillas con ello. Él abrió la puerta, y después sólo pude escuchar sus gritos. Eran unos gritos desgarrantes, llenos de dolor y terror; yo no pude hacer nada más que permanecer inmóvil, hasta que después de unas horas me quedé dormido.
Al despertar por la mañana, me extrañó ver el lugar en que me encontraba, y luego lo recordé todo. Salí del armario y en la habitación no había nadie. Noté de inmediato que ya era de día y que la puerta estaba abierta, así que decidí salir. Busqué por toda la casa esperando encontrarlo y que me dijera que todo había sido una broma, pero mi amigo no estaba. En la tarde llegaron sus padres y les conté lo sucedido, llamaron a la policía y lo buscaron por días, pero él nunca apareció. El correo que le había llegado esa noche también desapareció, y para ser honesto creo que nadie creyó nada de lo que les había contado.
Aunque… no importa que nadie me creyera, yo sé lo que pasó esa noche y sé que ellos estaban ahí afuera. También sé que no debí haber estado ahí, que no debería saber que ellos existen.
Aún no sé por qué lo hacen, creo que sólo tratan de divertirse con las personas, con su pánico… alguna especie de juego. Cada día lo analizo y trato de aprender más de ellos; sé que sólo llegan en la noche y que pueden imitar cualquier voz, que si no abres la puerta se irán y también creo que siempre recibirás ese extraño mensaje de advertencia, debe ser parte de su macabro juego.
No debí estar ahí ese día, y no debería saber que ellos existen. Sé que algún día regresaran por mí, pero pase lo que pase, no abriré la puerta.

Escribo esto para escapar de la locura,al menos por unos cuantos minutos.Espero que ella aguarde un día más, espero que me deje vivir esta noche.Puedo escuchar los truenos y el agua caer,ella vendrá y acabará lo que empezó, lo sé, es mejor que me dé prisa.
Maldigo el día en el que me puse a buscar historias de terror,el miedo era una emoción satisfactoria,al menos hace dos días.Hubo una en especial,que hasta me hizo reír por su ridiculez,mala idea.
Hablaba sobre una simple chica de unos 16 años.Su nombre era Elizabeth,Lizzy para todo el mundo.Esta chica tenía sus peculiaridades,un rostro dulce,cabello largo y suave,y lo más importante grandes ojos de color gris verdoso,los cuales eran envidiados por todos sus conocidos.
Esa noche,era el baile de los de fin de curso,como toda chica Lizzy anhelaba asistir,eso la emocionaba mucho,obviamente iría con su novio, y es que ella estaba muy enamorada.A pesar de eso no dejaba de recibir mensajes de un admirador secreto,que incluso la invito al baile con una nota,que ella no quiso responder,el tipo le daba algo de miedo al escribir cosas como "tus ojos seran míos, son bellísimos".
Sus padres habían salido y ella ya estaba enfundada en su hermoso vestido de botones negros,la tormenta comenzo a iniciarse.Lizzy amaba la lluvia,los truenos y los relámpagos. Se sentó frente a la ventana,solo para observar.La puerta de abajo hizo el sonido de abrirse,ella penso que su madre había olvidado algo,así que no le dio importancia.Pero si se giró al oir el sonido de la puerta de su cuarto.
Uno de los chicos de su clase estaba allí, el siempre se sentaba hasta el fondo y no solía hablar nunca, traía una sonrisa aterradora.-has sido una niña mala,Lizzy-sonrio,haciendo que ella retrocediera con pánico.-nunca me respondiste,es una lástima que no quisieras venir conmigo.... pero- Elizabeth paralizada sintió como el cubria su boca con una de sus manos,mientras sacaba una navaja con la otra y se acercaba a su oído. -tus ojos serán míos ahora-susurro. Al mismo tiempo que ella sentía una puntada horrorosa en su ojo izquierdo, todo se volvió oscuro.
lizzy despertó algunas horas despues,creyendo que una pesadilla se habia apoderado de su sueño,de inmediato se alarmó,algo pegajoso corría por su rostro y soltó un grito al ver que era sangre.Llevó una de sus manos a su pecho,pero no sintió sus latidos ¿estaba...muerta?. Se giró para verse al espejo y volvió a chillar al ver sus cuencas vacias,goteando sangre, ella sin sus preciosos ojos no era nadie.Desesperada arrancó dos de los botones negros de su vestido, tomó el hilo y la aguja y con cuidado,los cosió en sus cuencas,ya no veía borroso ahora veía perfecto, y era hermosa más hermosa que antes.Sonrió al momento que las lagrimas de sangre rodaban por sus mejillas.


Dos semanas después apareció una extraña y escalofriante noticia en los medios.Nate Jeyden,un niño con aparentes problemas mentales había aparecido muerto,el día anterior,la noche de tormenta.El chico se habia desangrado,luego de que algo le arrancara los ojos,en su lugar estaban dos grandes botones negros,cosidos a su piel.Dado el diagnóstico del adolescente,se asumió que fue un acto de locura infringido por el mismo,lo que nadie sabía es que el era alguien obsesivo,loco por una chica de grandes ojos grises.


El hecho se perdió en el tiempo,hasta que algo extrañamente idéntico sucedio luego de unos meses,otra victima con ojos de botón, que tenía un terrible parecido fisico con la primera,las víctimas se seguían sumando,las noches de tormenta.


Recuerdo que me reí de semejante tontería, la lluvia golpeaba contra la ventana,-ahora solo falta que aparezca Sewn Eyes- reí mientras caminaba a mi cuarto,ya era hora de dormir.
Me quedé estático al distinguir una figura femenina tras mi puerta,su cabello largo negro y enmarañado caia hasta su cintura,llevaba un vestido desgarrado,sucio y manchado de sangre, sus brazos estaban marcados por costuras. Era casi transparente y se veían sus venas oscuras,tenía gruesos labios negros y unos enormes...ojos de botón.
-¿Li-Lizzy?- Murmuré y ella sonrió, en un segundo me estaba sujetando.
Su voz suave dijo -look into my eyes-senti sus largas uñas clavándose en el contorno de mi ojo izquierdo y la empujé para retroceder.
Ella ladeó la cabeza sonriente,mientras lagrimas de sangre surcaban sus mejillas.
-eres idéntico a el- mencionó curvando sus negros labios.


Se escuchó un fuerte portazo desde abajo,seguido por la voz de mi madre.
-¿puedes traerme la toalla,cariño? Olvide el paraguas y tengo el cabello empapado-
Al volver a girar Sewn Eyes habia desaparecido y yo aun sentia el corte en mi piel.
Sé que vendrá hoy,estoy solo y la lluvia golpea la ventana,ella no va a perdonarme la vida,tan solo porque me parezco a el,a el tipo que la mató arrancando sus bellos ojos gris verdoso.
Espero jamas encontrarte

Peluche

Teddy: El Oso de Peluche (versión original) ¿A ustedes no les dan miedo los osos de peluche? ¿No?

Pues a mi si. Y todo por una experiencia muy extraña, hace ya un buen tiempo. A pesar del tiempo, mi madurez y mi valor, ese recuerdo sigue en mí, y me atormenta solo con recordar. La cosa es la siguiente:
Mi hermana solía tener un oso de peluche. Pero no cualquier oso de peluche. Éste daba miedo…. mucho miedo, bueno, al menos a mi sí. No sé por qué, pero simplemente me ponía nervioso verlo. Era negro. Negro como la ceniza. Su cara era blanca, pero no una cara linda y amigable, como la de un oso de peluche normal.
La suya era muy real, tanto que parecía pertenecer a uno verdadero. Tenía unos ojos que eran inexpresivos, pero que guardaban cierta malicia.
Desde que se lo regalaron a mi hermana tenía un mal presentimiento (Ella apenas era una bebé, mientras que yo sólo tenía 4 años). En ese entonces teníamos un perro que comía de todo a su paso. Pedazos de plástico, botellas, en especial juguetes. Por esa razón, mi madre ponía el oso de peluche en un estante tipo esquinera en las escaleras para evitar que el perro intentara ingerir el regalo.
Así que, cada vez que yo subía por las escaleras, mi mirada siempre se desviaba hacia arriba, hacia un punto exacto, donde mi terror se alojaba en las sombras, acechándome, esperando la oportunidad de que me diera media vuelta para subir y poder atacarme. Era un suplicio para mi seguir mi camino cuando deseaba subir.
Cada vez que subía, me sentía incómodo. Sentía algo en mí, algo pesado, que no me dejaba realizarme a gusto. Fue con el tiempo que descubrí la realidad: aquel oso me seguía. Sí, me seguía con la mirada. Sonará de locos, pero es verdad. Sentía como esos ojos penetraban en mí, como navajas, que provocaban mi tormento. ¿Cómo es posible que un simple muñeco de felpa pueda causarme tal terror? Algo raro sucedía.
Y esa no era la parte extraña. Lo extraño comenzó 5 años después. En ese entonces, mi hermana ya tenía alrededor de 6 y 7 años, mientras que yo ya tenía entre 9 y 10. A esa edad, mi hermana ya no le prestaba más atención a aquel oso (de hecho, casi nunca le interesó), así que mi madre decidió guardarlo en un juguetero, que compartíamos mi hermana y yo.
El problema era que ese juguetero estaba en MI cuarto. A pesar de que no me agradaba la idea, acepté a regañadientes, para evitar un posible castigo. Aún así, no quería sentirme presa de esa cosa, así que comencé a dejar de tenerle miedo, para acabar con mis pesadillas.
En fin, los días pasaban y yo dejé ese recuerdo de lado. Parecía que mis temores desaparecían, y yo me sentía bien, me sentía valiente y poderoso. Casi me sentía listo para afrontar mis miedos… pero no estaba listo
Un día, entre mis distracciones, mi madre se dedicó a sacar los viejos peluches de la casa, pues ya nadie jugaba con ellos. Así que, buscando juguetes en el cuart
Teddy lol
o de mi hermana y el mío, encontró la dichosa juguetera, y se dispuso a vaciarla para encontrarse con algo que pudiese sacar. De aquel sitio, solo encontró un objeto.
Un objeto que olvidó guardar, y lo dejó encima de la juguetera. Sí, era ese horrible oso. Yo no me enteré de eso, hasta que mi madre me comentó lo que había hecho. Lo dejé pasar, y con el pasar del día olvidé lo que me dijo.
Así que, aquella noche, arropado y acostado en mi cama, recordé lo que me había dicho. Me estremecí. Nunca pensé que esa cosa me seguiría hasta la privacidad de mi cuarto gracias a un descuido maternal. Pero me armé de valor y tomé mi almohada, la sacudí, la puse nuevamente en su sitio y puse mi cabeza encima de ella. Cuando me iba a tapar con las sábanas, vi algo que me hizo perder el aliento:
El oso de peluche ya no estaba encima de la caja de juguetes… estaba en el suelo, sentado, viéndome fijamente Me le quedé viendo por, al menos, 1 minuto. Estaba esperando su reacción, algún movimiento, algo que me convenciera de que eso no era normal. Fue entonces, cuando fui traicionado por mi organismo, y liberé un bostezo, que me hizo cerrar los ojos. Al abrirlos, vi al oso, pero esta vez más cerca de mi cama.
Parecía que se acercaba. Miré a mi puerta, y comprobé que estaba cerrada. No había escape para mí ni para él. Durante esa distracción, perdí de vista el oso, y al regresar la mirada, noté que estaba al borde de mi cama. Casi me desmayo del terror. Retrocedí en mi cama, presa del pánico. No sabía que hacer.
Entonces, parpadeé… ¡Y de pronto ya no estaba ahí! Miré a mi alrededor para comprobar que ya no estaba en ningún lugar. Aliviado, di un suspiro y recosté mi cabeza sobre mi almohada cerrando lo ojos. Todo había sido una pesadilla quizás, una ilusión, una sugestión. En ese momento no pensaba en nada más que en el alivio que eso provocaba para mí.
De pronto, abrí los ojos, y… ahí estaba él… en la cabecera, mirándome. Lancé un grito ahogado, y vi como el oso caía en dirección a mí.
Nunca volveré a ver un oso de peluche de la misma manera.
Después de todo lo sucedido, mi madre escondió el oso en su cuarto. La pesadilla terminaba. Un par de años después, decidí ponerle final al terror que me persiguió durante años. Me dirigí hacia la chimenea y la encendí. Fui hacia el cuarto de mis padres, y, con un acto de valentía, lo agarré. Lo llevé escaleras abajo, y lo arrojé al fuego. Verlo en las flamas era gratificante. Su cuerpo de felpa se encendió rápidamente.
Las llamas se avivaron y yo solo lo dejé consumirse poco a poco. Sus ojos y su nariz se derretían. Su rostro blanco dejaba de serlo y ahora era un negro, que con algo de tiempo dejó de ser lo que era antes. Todo desaparecía en el fuego, y con él mis temores. Ya no era su víctima, no más.
Mi vida después fue como la de cualquiera. La pubertad, la adolescencia, todo en mí cambiaba, y así quedaba olvidado el pasado. Viví y seguí mi rumbo como todos debemos hacerlo. Creo que, lo único que me espantó casi tanto como esa experiencia en mi infancia, fue una escena de la película Trainspotting, donde sale un bebé. No creo que pueda comparar esa escena con lo que viví, pero creo que fue lo suficientemente aterradora como para hacer que yo la compare con ella.
Cuando cumplí 19 años, estaba a punto de entrar en mi nueva casa. Me habían dado las llaves de la casa y estaba listo para configurar mis muebles. Después de horas de carga, que llevaba el cuadro definitivo del camión de extracción en la puerta y cerré la puerta detrás de mí. Me di la vuelta para ir a la cocina y lo puso sobre la mesa. Lo abrí para ver un gabinete. Lo saqué, entré en mi nueva sala de estar y la puse en la esquina, miré y pensé, "No me acuerdo de embalajar este gabinete. Realmente no importa tanto, ya que solo me había mudado a mi nueva casa."
Regresé a la cocina para agarrar mi televisor y lo traje a la sala cuando lo vi. El peluche, sentado allí, mirándome.

Teddy: al final de la cama... (versión no oficial) Editar sección

Mi hermana tenía un oso de peluche, un osito de peluche que daba miedo. No sé por qué, pero me descolocaba. Era tan molesto para mí. Los ojos que tenia parecían tan reales. Era como si lo hubieran hecho usando un oso real y su rostro, su rostro era blanco e inquietante.
La primera vez que empecé a tener sensaciones extrañas sobre el oso fue cuando mi hermana recién lo consiguió, ella no era más que un bebé en el momento. Teníamos un perro, Steve, y él tenía la costumbre de comer todo lo que se topaba, así que mi madre siempre tenía que poner las cosas sobre el pequeño armario en la esquina del pasillo de arriba. Cada vez que yo subía las escaleras, veía que al oso espeluznante repente volteando al pasillo, como si me estuviera mirando. Pero esto no era lo raro, no. Lo realmente extraño comenzó 5 años más tarde.
A la edad de 6-7 años, ya mi hermana había perdido el interés en el oso, así que mi madre terminó por guardarlo en el viejo armario para juguetes, el único problema era que el armario estaba en mi habitación.
Cuando yo tenía 9 años, edad suficiente para estar por mi cuenta e ir a la cama sin ayuda. Normalmente cada noche me metía en la cama tras apagar la lámpara. Ahí es cuando me daba miedo. Ya me estaba entrando un poco de sueño y de repente me acordé de mamá poniendo ese peluche en el armario, poco a poco me di la vuelta para mirar a través de mi habitación para ver el armario. Mi corazón se detuvo de pronto al pensar en los horrores que el peluche me había causado, pero a la edad de 9 años, yo quería crecer y perder mis temores infantiles por lo que sólo sacudí mi cabeza tratando de quitarme esos pensamientos y me acomode sobre la almohada.
Cuando me levanté para tirar de mis sábanas un poco más, me di cuenta de algo que marcaría mi vida para siempre: allí estaba, al final de mi dormitorio, el peluche. Mi corazón empezó a latir rápidamente, Me quedé mirándolo fijamente durante un minuto. Cuando necesite a bostezar, cerré los ojos. Los abrí nuevamente y vi al peluche sentado más cerca de mi cama. En este punto, yo estaba muy asustada. Comencé a caminar hacia la pared y miré a mi alrededor para ver si había alguna señal de que alguien hubiera llegado sin que me diera cuenta. Cuando miré hacia atrás vi el peluche en el borde de mi cama, yo estaba tan sorprendida que casi me desmayé por el susto. Cuando parpadeé, se había ido. Miré a mi alrededor. Para alivio mío, no lo vi por ninguna parte.
Recargue mi cabeza sobre la almohada con la esperanza de dormir un poco. Entonces abrí los ojos. Estaba sobre mi cabeza, mirándome fijamente. Grité cuando se abalanzó hacia mí. Ya nunca volví a ver un oso de peluche de la misma forma. Mis padres corrieron asustados a mi habitación. Al explicarle lo sucedido trataron de convencerme de que había sido tan sólo una pesadilla.
Insistí tanto que finalmente sacaron al oso de mi cuarto y lo guardaron en una pequeña caja donde guardaban algunos trapos viejos y se la llevaron a la habitación de mis padres.
Nunca pude superar el incidente pero no dije nada a mis padres, así que unos años más tarde, aprovechando que ellos no estaban en casa localicé la caja y me dispuse a destruir al oso de una buena vez. Pero cuando la tuve en mis manos, el terror me hizo presa y arrojé la caja sin abrir al fuego de la chimenea. Entonces me senté mirando y disfrutando como la caja, con el oso adentro, se convertía en cenizas.
Viví la adolescencia de una manera normal, lo único que pudo hacerme recordar mi mala experiencia fue cuando vi Trainspotting era, de alguna manera, algo similar. Esa escena bebé de mierda me impactó tanto, pero aparte de eso, todo estaba bien.
Cuando cumplí los 19 años, estaba a punto de entrar en mi nueva casa. Me habían dado las llaves de la casa y estaba lista para acomodar mis muebles. Después de horas de mudanza, lleve la última caja del camión hasta la puerta y la cerré detrás de mí. Me di la vuelta para ir a la cocina y la puse sobre la mesa. Lo abrí para ver un gabinete. Lo saqué, entré en mi nueva sala de estar y lo puse en la esquina, miré y pensé, no me acuerdo de haber empacado este gabinete. En realidad no importaba mucho ya que estaba feliz porque por fin había acabado de mudarme a mi nueva casa.
Regresé a la cocina para tomar mi televisor y lo llevé a la sala fue ahí cuando lo vi. El peluche, que estaba sentado allí, mirándome con esos ojos realistas en blanco. Estaba más allá de la imaginación, como si fuese una escena de una película de terror. Mis temores no podían ser contenidos y el oso o el demonio que lo poseía o lo que fuera, sabía que estaba aterrorizado. Reuní el poco valor que me quedaba y lo tomé y lo tiré a la basura y puse un bloque de cemento sobre la tapa. Me fui a dormir sintiéndome un poco más seguro. Me desperté esa noche y revise la hora. 12:00 am.
Oí un ruido en la cocina. Bajé a la sala y me di cuenta de que la puerta de la calle estaba abierta con pisadas fangosas de la entrada que llevaban a la cocina. Vi que uno de mis cuchillos había desaparecido del soporte y luego escuché algo arrastrándose detrás de mí. Sin voltear tomé mis llaves, corrí hacia mi coche y me fui. Miré en el espejo retrovisor y vi su cara. Él sostenía un cuchillo. Aplique los frenos. El oso de felpa voló atravesando el parabrisas delantero y cayó al asfalto. No podía creer lo que estaba sucediendo, pero se levantó y me miró directamente a los ojos. Sentí como si me jalara hacia él. Lo único que se interponía entre nosotros serían mis dos ruedas delanteras. Acelere hacia él y se sintió un ligero golpe en el auto. Suspire de alivio, me fui de ahí.
Teddy by charcoalman-d7ozt2u
Mi tranquilidad no duro mucho ya que ni siquiera un minuto después, sentí como si algo se estuviera cortando en la parte inferior de mi coche, me detuve inmediatamente. Con suma precaución fui a revisar: había un cuchillo atravesando el tanque de combustible. Corrí para salvar mi vida al hotel más cercano para alojarme. El único cercano estaba a una milla de distancia. Me encontré con que cada pocos metros que avanzaba el maldito oso estaba unos cuantos pasos atrás.
Crucé desesperadamente una vía muy transitada y al voltear vi que lo había perdido. “Tal vez otro auto lo atropelló” pensé. Una vez que llegué al hotel, me quedé dormida en la cama por el agotamiento. Cuando me desperté...
Teddy estaba al final de la cama...